01 enero, 2012

NUMERALIA

Doce y una polilla poseyendo un limón.
Uno que va y dice:
Dos, aquí es donde empezamos a mentir
y no lo sentimos mucho
porque todo lo demás era verdad:
El mil quinientos cuarenta y dos era un buen número para amar
pero no mejor que la séptima parte de un siete partiéndose por la mitad
procesada como un dos,
como un cuatro mil doscientos veinticinco millones de cuarz
bailando y rotando, espidicos.
Como un Dios para un Dios
y su madre
son tres.
En el infinito más uno
estas reinando
para tu propio imperio paranoico.
En este estado
todos somos culpables.
Nadie debe escapar
de la gravedad
de la acción directa.
Como cuando éramos eones,
deseándolo fuimos tres
entre tres millones.
¿Puedes creértelo?
Mi posibilidad es que tu elijas de las dos
la que yo no elija para que la que tU me dejes
la elija yo.

¡Despierta de mi, sombra de tomate!
ya deja de soñarte,
no me confundas
no lo intentes
no soy cuatro
y no es definitivo.

Después
de haberte pertenecido
la suerte me sonríe de cara
y no es la tuya
¿Quien lo diría?
Para la mentira
todo lo demás no importa.
La mentira no es cuantificable.
Por eso
vive tu propio universo,
por eso
yo te daré un cuatrocientos cincuenta y siete
y tu oirás cuatrocientos ochenta y cuatro
¿Quien tiene la culpa?
Somos tantos que mi perdí.
Tantos universos,
tantas mentiras y
tantas posibilidades.

Elige una puerta y dale un número
elige un reverso en el tiempo sin mi
que yo me pierdo solo y creo
que estoy convencido de ello.

Estoy comenzando a creérmelo.

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