08 diciembre, 2007

Este poema lo escribí hace ahora dos años.
Creo que ya supere este estilo (al menos en la mayor parte) por eso lo he desempolvado, en su momento me gustó mucho, ahora afortunadamente no tanto.


Y el vio mujeres
de piernas tornas
maquilladas
con el pelo brillante
en sugerencia
tacones de más
y mirada estudiada para ti.
-Las mujeres de Madrid quieren ser amadas-
Pensó.
Y vio personas
buscando con la mirada
personas que buscan
con las miradas
personas
que miran
personas
y hombres
que compran perros
como compran la excusa
para poder salir solos
de paseo por Madrid
y hacia dentro
hay mujeres que salen a la calle
abrazadas a si mismas
del brazo de un hombre
que compra mujeres
que compran cosas
que venden los brujos
que compran perros
que son los niños
que compran a los dioses
que venden los sueños
de la razón y del lado inverso,
de los siete pares de Francia
a la tabla del rey Salomón hay
una puta coja y un cuervo
con el anillo del dedo izquierdo
de un tuerto, dos mulatas
y un chino que casi conoce
al hombre que
casi conoce
a un tipo que
casi lo descubre
viviendo del suelo
como un duende
entre Chamartín
y la verdad
de la velocidad
de tus piernas
existe un jardín
donde se paro
a descansar
mi hermano
y si algún día
lo ves correr
no lo persigas
porque
me han dicho
que se asustó
y a fuerza de huir
tropezó
para darse cuenta
que podía
volver a ser
de nuevo
otra vez
y para siempre.

29 mayo, 2007

Si cierro los ojos veo esas formas
que se dibujan cuando la luz se filtra por los párpados:
líneas blancas que se funden con el rosa,
pequeños espacios en gris y azul
bailando conmigo en la profundidad del caos.
No nos hacemos responsables de la diversidad
como no nos hacemos responsables del movimiento.
Las cosas cuentan historias sobre si mismas.
Yo noto la vida como una secuencia de voluntades:
si cierro los ojos veo las formas que me han robado
y soy capaz de distinguir con claridad a los ladrones
en la luz que se filtra a través de mis párpados.
Tengo demasiadas palabras que hablan del futuro
demasiadas preguntas después de más palabras
y palabras de más
como si el tiempo se disfrazara de fonemas
y el universo fuera una palabra y después estuvieras tú
esperando mis palabras
y no yo
buscándolas.

06 marzo, 2007

No recuerdo como era la habitación del portugués.
Era grande,
si lo miras bien.
Me gustaría que estuvieras aquí de nuevo.
No voy a decir que la vida no es lo mismo desde que tú, bla, bla,
y tampoco voy a hablar de mi alma ni de tu presencia.
Simplemente desearía que estuvieras aquí,
tumbada en la cama,
no es para nada en especial.
Solo tú,
tumbada en la cama
con tu camisón,
y yo me sentaría,
en esta misma silla,
en la que ahora estoy sentado.

No quiero pasarme todo el día mirándote,
descubriendo el marfil en la alegría de la postura química de tus piernas,
en el reflejo, en la sombra, en tu textura, en el gesto.
No voy descontarle a Dios el segundo que nos estamos quemando, mirándonos
para poder perdernos en el infierno,
nosotros solos, huyendo de nosotros mismos.

No voy a hacer nada de eso.

Es posible que yo me asomara a la ventana para ver el mar,
solo el mar y la inmensidad.
Miraría a la gente pasear por la playa, gente corriente:
mujeres gordas con las carnes prietas flotando de la mano de hombres rudos y sin pasamontañas, pescadores enjutos y vendedores de poliester, niños jugando con la arena gris del supermercado, pensadores buscando estrellas en el mar, parejas de enamorados en barcas inchables, socorristas profesionales ligando con policías municipales,
una ola grande que llega después de siete olas chicas y después un barco,
la estela que deja un avión al pasar.

Un cielo azul sin más.